domingo, agosto 03, 2008

Tirar la piedra y esconder la mano

Me molesta la gente que no da la cara
Anónimo

Lanzar un dardo y darle a un tipo en el ojo es un desafortunado accidente que puede ocurrirle a cualquiera: basta con que te sitúes en un pub inglés o irlandés, te encuentres en un estado etílico avanzado y alguno de tus ebrios amigos te rete a una partida de 301.

Por supuesto, en el momento en que vas a lanzar uno de tus últimos tiros, tras una hora de intentar darle a la diana, se cruza ante ella, camino del lavabo, un escocés gigantesco, de esos a los que las leyendas llaman "ogro pelirrojo de dos metros" o "comeniños furibundo". Le das en el ojo y él, con un gruñido, se tapa la cara con las manos.

Es entonces cuando debes salir corriendo para salvar tu vida: sus amigos, trolls culturistas como él, barbados y cabreados, enloquecidos por el alcohol, se levantan para abalanzarse sobre tí.

Por desgracia, el pub está lleno, por lo que debes sortear a tipos de color langosta cocida totalmente hipnotizados por el partido Vauxhall-Tottenham, locales con gafas de pasta que creen que es trendy beber cerveza a 5 euros la pinta y valkirias rubias que han desembarcado en la ciudad condal para despedir la soltería utilizando camisetas de lentejuelas y sombreros de cowboy.

Puede que huyas, puede que te detengan, puede que los trolls, la policía o incluso los dueños del bar te den tu merecido, pero la esperanza de continuar ileso hace que los hombres corran como liebres, se escurran como peces, y escapen como cobardes.
 
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