viernes, diciembre 11, 2015

Profundo encarnado

En la última celda
del pozo sin fondo
del Castillo de If
mi cabeza
aún palpita.

Años de desprecio
del todo mal borrado
del olvido más miserable:
palpita.

Un millón de minutos sin respirar
el trozo más sucio del peor retal de trapo gastado
deshecho y perdido
tirado al Infierno.
Vivo.

La reina ya no cree,
intuye ni tiembla,
sus piernas de alambre,
suaves, algo frías,
no sostienen.

Por las uñas se agarra
al yeso del muro.
Por las uñas desea.

Ya derrumba las puertas
una muchedumbre
garrula y furibunda.
Ya se precipitan sobre ella,
ya le abren las piernas,
ya la humillan con fuerza, con ganas,
ya le roban todo.
Ella espera y siente.

Llego tarde, tan tarde, y veo
la ropa rasgada,
la cabeza monda,
vejada, golpeada,
el cuerpo roto; sonríe.
Aún tiene hambre.
Soy su cena.


 
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