miércoles, enero 21, 2015

Cambio de modelo

Al sur de aquí hay unos almacenes enormes, llenos de trastos sobre los que se acumula el polvo. Allí están los tridentes, los látigos, los calderos, los pinchos para poner al rojo, los instrumentos de cortar, de desollar, de agujerear… los dejamos de usar hace un tiempo.  

¿Que cómo sucedió? fue muy al estilo de la casa: un día nos llegó una directiva y hubo que cambiar todo de la noche a la mañana. Lo recuerdo perfectamente, porque fueron unas semanas muy complicadas. Si un día normal tenemos muchas horas de trabajo, y estamos hablando de un trabajo de precisión, imagina tener que añadirle unos cambios estructurales tan profundos.

Primero tuvimos que vaciar las jaulas, las piscinas, los fosos, y acompañar a los condenados a los apartamentos, entregarles el uniforme y asignarles las nuevas tareas. Suena sencillo, pero hay que tener en cuenta que muchos de nuestros clientes llevan muchos años aquí, algunos hasta siglos y milenios, acostumbrados a su rutina diaria.

Cuando llevas dos o tres mil años enterrado en hielo, sumergido en un enorme caldero de agua hirviendo o atado a un potro recibiendo latigazos, que de repente te suelten, te vistan y te lleven a otro sitio es un choque bastante fuerte. Algunos lloraban, suplicando que les dejásemos quedarse en su lugar de tormento, otros se negaban a abandonarlo y teníamos que llevarlos a la fuerza… incluso los que se sometían, que eran la mayoría, creían que íbamos a trasladarlos a algo peor. Por la fama de la casa, claro.

Los que estaban más sueltos trataban de huir aprovechando la confusión. Salían corriendo, brincando, arrastrándose  hacia todas partes, y no atendían a razones. “No seas tonto, a dónde vas, que no puedes escapar, no puedes esconderte, que ya conoces las reglas” les gritábamos, pero nada. Teníamos que perseguirlos, capturarlos, traerlos a rastras, uniforme, apartamento, lectura de su nueva tarea y a por el grupo siguiente.

Nos costó, pero al final los instalamos a todos. Suerte que aquí el tiempo no falta.  Y ésta solo fue la primera fase del plan, luego llegó el trabajo más pesado: forma las cuadrillas de condenados, dirígelos mientras drenan los lagos de lava, vacían los fosos de animales, desclavan los postes, desmontan las jaulas, trasladan todo el material a los almacenen y luego lo guardan todo bien ordenado. Fue un gran esfuerzo común, pero con paciencia, conseguimos el objetivo.

A todo esto nuestros clientes, que empezaron la tarea con un miedo terrible, poco a poco fueron acostumbrándose, y empezaron a cantar mientras trabajaban. Al principio era una algarabía, porque cada cual cantaba la canción que quería en su propia lengua, claro, pero la camaradería se fue extendiendo, se fueron poniendo de acuerdo y al final cantaba todo el grupo la misma canción, aunque la mayoría no entendía la letra.  Por este motivo, solían elegir canciones sencillas, poco más que “trololo lolo”, ya me entiendes, pero con mucho sentimiento.

Por fin terminamos: el material ordenado, el erial limpio y llano, los condenados en sus apartamentos, todo listo para iniciar la fase final. Enseguida llegaron los otros, en sus tres naves brillantes. Les fuimos entregando a nuestros clientes, por orden de antigüedad, hasta que llenaron sus bodegas. Como sabes, vuelven de vez en cuando y cargan a los que llevan aquí más tiempo. Supongo que les avisan los de arriba.





 
blog de literatura gris y temas que me llaman la atención - Ocultar texto citado -