viernes, diciembre 09, 2011

Las insulsas aventuras de Shiró - Lenguas de gato

Shiró está sentado en un escaloncito que hay justo delante de la puerta de su casa. Está enfrascado en una tarea a la que dedica toda su atención: comer galletas. Concretamente, una caja de lenguas de gato, esas pequeñas delicias elípticas que roban el corazón de nuestro héroe. El niño las saca de la caja y se lleva a la boca una tras otra, las hace crujir, las saborea y las traga. Con las dos manos, con la boca y con el corazón.

De pronto, Shiró nota una presencia extraña. Levanta la vista de su caja y mira a su alrededor. En la esquina de la casa hay unos grandes ojos fijos en él. Un gato, blanco y mullido le mira con los músculos en tensión, como si estuviese a punto de echar a correr hacia él. Al ver que el niño le devuelve la mirada, el felino empieza a maullar. Pero es muy extraño, porque maúlla sin hacer ningún ruido. No tiene lengua, piensa Shiró.

Tras el blanco, aparece un gato más pequeño, más fino, una gatita. Tiene el cuerpo atigrado, amarillo y anaranjado, y las manitas blancas. También se queda mirando al niño. Y maúlla muda.

Con el rabillo del ojo, Shiró nota como tres o cuatro animales más se van agolpando al otro lado, salidos del césped del vecino, o quizás del mismísimo infierno. La batalla parece muy desigual en número, así que el chaval se levanta lentamente, sosteniendo la mirada de los felinos y, con un giro rápido, se mete en la casa y cierra la puerta. Se apoya en la parte interior de la misma suspirando de alivio. Iban a por él.

Para su horror, el niño nota que pequeñas pero decididas patas empiezan a rascar la puerta, como cavando un túnel. Son muchos, e incluso alguno parece tomar carrerilla y lanzarse contra el obstáculo, para echarlo abajo. Los gatos pesan poco, pero incluso así, toda puerta tiene un límite, piensa Shiró, sudando. Calibra el gritar pidiendo ayuda, pero su madre está harta de lo que ella llama "sus tonterias". No la llama. Los golpes y rascadas empiezan a disminuír, y finalmente dejan de oírse.

Al cabo de un buen rato, Shiró abre una rendija, temiendo una emboscada. No hay nadie. Sale cautelosamente. Los gatos se han ido. Pero ahí está la cosa: su caja de galletas, de lenguas, también ha desaparecido.

martes, noviembre 08, 2011

Regreso a casa

Me despierto, y no sé cuántos días llevo recibiendo electroshocks y drogas en vena. Cierro los ojos, vuelvo a abrirlos y estoy tumbado en el patio del Centro de Acogida, al borde de la Piscina Vacía. Fray no está junto a mí, y eso me desconcierta. ¿Dónde estás, amigo?
Con esfuerzo, invoco a mi bandersnatch. Es un gran rastreador, y cuando tiene apetito es capaz de tragarse una ciudad entera. Pero no acude a mi llamada. Me duele mucho la cabeza...

Me incorporo y me siento en el borde de la piscina, con las piernas colgando. Tengo quemaduras en los lóbulos temporales, parece que Kentucky se ha pasado con mi cerebro. Kentucky es un celador especialista en freír los cerebros con las pinzas de electroshock, de ahí su apodo. Y le gustan siempre muy hechos.

Miro a mi alrededor, veo a los demás: Branka, el Gordo, tiene marcas de golpes por todo el cuerpo. Se resistió cuando nos capturaron en nuestra pequeña fuga, y varios celadores le dieron la del pulpo. La Mosca está inmovilizada en una silla de ruedas del patio para evitar que se ponga a caminar por cornisas. La Ahogada está en el fondo de la piscina, con sus gatos. Hay más internos, guardias y celadores pululando. Pero Fray no aparece.

Preocupado, me acerco a la Mosca: habían dejado su silla a la sombra, pero ahora se está quemando medio cuerpo, y no puede moverse sola. La protejo del sol.

- Adeline, ¿has visto a Fray?

- Arañas, arañas, arañas, debo volar... volar... arañas, arañas, ¡arañas! ¡ARAÑAS!

Un guardia la mira desde lejos, haciéndole un signo de advertencia. Está prohibido gritar en el patio. La Mosca se calla de inmediato. Se gira hacia mí y me mira con caidita de ojos:

- ¿Me haces el favor de soltarme, guapo? Prometo no emprender el vuelo...

- Lo siento Adeline. No creo que pudiese soportar una sesión más de castigo eléctrico... otra vez será.

Me alejo de ella y me dirijo hacia las escaleras de la piscina. Bajo hasta el fondo. La Ahogada sabrá algo: menchevique y bolchevique, sus gatos, no pierden comba de lo que pasa en el Centro. Siempre me da respeto esta mujer, que me mira con hambre. A veces yo la miro también con hambre, pero al final no termina de pasar nada. Hasta que pase, supongo.

- Oye, Ahogada, tú que lo sabes todo...

- La Melosidad no es lo tuyo, así que córtala de raíz. Nuestra pequeña fuga me ha costado varios privilegios, y teniendo en cuenta que fue una chapuza por tu culpa, ahora mismo guardo ira contra tí.

Se levanta las gafas de sol y me observa. Se enternece.

- No me puedo enfadar contigo - admite - esos ojos de cordero degollado siempre me desarman. ¿Cuándo me vas a pedir que salgamos o algo?

Me sonrojo.

- Yo lo que necesito saber es... o sea, yo estoy preocupado por Fray. ¿Le has visto? ¿Le han visto tus gatos?

Ahogada se pone seria.

- Lo que voy a decirte ahora no te va a gustar...

- Entonces ¡sabes algo!

- Fray se ha ido.

- ¿Qué? No, Fray... no se iría. No sin mí.

La ahogada me acaricia el pómulo con la ternura que ofreces a un niño que no entiende.

- Cuando nos capturaron, después de la fuga... ¿te acuerdas qué pasó entonces?

- Le grité a Fray que huyera. Se escurrió y se alejó de ellos, aunque luego le cogieron. Y le ataron a una mesa, en la misma habitación que a mí.

- Y le aplicaron electroshocks... como a tí. Haz una cosa por mí: quiero que subas al Pabellón Médico y le eches un vistazo a la sala de Kentucky. Obsérvala atentamente, y entenderás qué le pasó a tu amigo Fray.

Sin darle siquiera las gracias, salgo de la piscina. En un descuido del guardia me cuelo hasta la sala de electroshocks. Todo normal: la mesa metálica, la máquina de electro, el bote con la crema para untar en la zona de aplicación... sólo falta un paciente retorciéndose de dolor atado allí. Bueno, y Kentucky sonriendo, sádico.

- Kentucky...

De pronto caigo en la cuenta: ese cabrón ha matado a Fray. Se ha pasado con las descargas y lo ha matado. Nunca volveré a verle. Sentimientos de impotencia, dolor y rabia desaforada chocan con terrible virulencia en mi cabeza. Me desmayo.

sábado, octubre 29, 2011

La hora Hogarth

Hay un hombre sentado ante una mesa con espejo. El espejo está rodeado de bombillas encendidas, como las mesas de maquillaje de los teatros. El hombre se está untando el rostro con una película de color amarillo. Cuando está satisfecho con la capa, toma un pincel grueso y se pinta una gran estrella azul envolviendo su ojo izquierdo. Termina y observa su reflejo, satisfecho.

- Listo para la acción.

El hombre se levanta, apaga las luces del espejo. Va vestido con un vistoso mono plateado. En su mano derecha lleva una Uzi, la pequeña metralleta israelí, que brilla con tono diabólico. Abre la puerta y entra en una sala grande, como un hangar. Tres decenas de mujeres hermosas hasta la presunción de inocencia clavan sus ojos en él. Llevan monos tan ajustados que se les marca hasta la respiración, y una gran pistola en cada mano. El hombre se detiene a tres metros de ellas, va a lanzar su discurso.

- Señoritas, hoy es el alba de un nuevo día. El mundo tal y como conocemos va a dar un giro de 180 grados. A mejor. A infinitamente, radicalmente mejor. Sois las hijas de la nueva era, y vais a enseñar a todos esos hipócritas lo caros que son la arrogancia y el orgullo. ¡Por Hogarth!

- ¡Por Hogarth! - gritan todas como una sola.

El hombre avanza hacia un cuadro de mandos y aprieta el botón de apertura. La pared del fondo se desliza, abriéndose a la Gran Ciudad.

- Señoritas, a partir de este instante da comienzo ¡la hora Hogarth!

El hombre echa a andar a paso rápido hacia la salida. Las mujeres se sitúan en formación triangular tras él, armas en ristre, dispuestas y listas para cambiar el mundo.

viernes, septiembre 30, 2011

La justa furia del Balrog

La justa furia del Balrog

Una plaga de orcos
en los salones de Moria,
y el vecino de abajo
está que va echando fuego.
Con su látigo los caza
sin descanso y sin aliento.

Tuor el Balrog, en zapatillas
disfruta su culebrón en el Palanthir.
El ojo de Sauron aniquila a los hombres
mientras el gigante come palomitas.

De pronto en el piso de arriba
pisadas pequeñas, como de ratas
El buen Tuor monta en cólera
su hogar invadido, toma el látigo
piel encarnada, llamas de furia
sube por el pozo a grandes saltos.

Los orcos corren como cucarachas
al chasquido de su arma,
pero un Maiar barbudo osa interponerse:
el odiado Mithrandir le lanza hechizos.

El puente se hunde, el Balrog cae,
las pulgas huyen, pero el buen Tuor
lanza el látigo en un último impulso
arrastrando consigo al viejo cuervo.
Batalla final cayendo hacia las profundidades.
Ambos mueren.

jueves, septiembre 01, 2011

Las insulsas aventuras de Shiró - Tarde de verano

Shiró no era feliz, siempre lo había sido, pero ya no. Tenía un gusanillo, un no sé qué que se manifestaba en el fondo de su cerebro, de sus tripas, que le impulsaba a actuar, a abandonar su pequeño y seguro mundo.

Shiró salió a la calle y se dirigió al portal de al lado. Allí vivía el objeto de sus desdichas, la señora Berenice. La citada señora, un metro sesenta de grandes y rotundas curvas sensuales, era todo azúcar y miel con el pequeño vecino, al que encontraba encantador, sin tener quizás en cuenta que a los trece años los niños han empezado a dejar de ser niños.

Y ahí, con todo el calor de la tarde de verano, Shiró llamó a la puerta y abrió la sensual señora, con un vestidito de verano que en vez de tapar, realzaba. Nuestro héroe se quedó como un ciervo nocturno ante los faros de un coche.

- ¡Si es el pequeño Shiró!

Le tomó entre sus brazos y le estrechó contra sus pechos, más grandes que la cabeza del niño-hombre. Sus gafas se engancharon en la cinta del sujetador y se le torcieron sobre la nariz. Shiró intentó hablar, pero su cerebro se negaba a coordinarse con su lengua.

- ¡Anda, pide por esa boquita! ¡Si sabes que no te puedo negar nada, tarrito de mermelada de limón!

- A-a...

- ¡Sí, dime, mi niño!

- A-azúcar... mi ma-madre, pastel...

- ¡Claro que sí, mi vida, ahora te traigo, sólo faltaría!

Shiró volvió a su casa con una taza de desayuno llena de azúcar en la mano, y con una agridulce sensación de alegría e impotencia en la comisura de los labios.

sábado, agosto 13, 2011

Los Reyes Catódicos

Como no podía dormir me senté en el sofá del comedor y encendí el televisor. Fuí pasando distraídamente de un canal a otro. Hasta que llegué a un canal nuevo, que no esaba allí antes, entre el 12 y el 13. Las imágenes correspondían a un plató tipo concurso, y en mitad del plató había un trono elevado, del tipo que se usaban en la Edad Media. Y en el sillón, sentado, estaba un tipo vestido con un traje blanco con topos, como de armiño, un traje ajustado y brillante. Y llevaba brillantina en el pelo, y tenía los brazos sobre los mismos brazos del trono, con los dedos llenos de anillos. Y el tipo tenía los ojos cerrados, estaba durmiendo.

La cámara hizo un travelling para alejarse y mostrar el cuadro completo: a la derecha del trono había una mesa como las de las noticias, con su silla, y su fondo de escenario y todo. Y sobre la mesa estaba una chica completamente vestida de fiesta, con su falda corta, su top resultón y sus bisuterías. Estaba tumbada, llevaba gafas de sol, pero no era difícil adivinar que también estaba durmiendo.
Tras ellos, un gran cartel de cartón piedra indicaba el título del programa: Los Reyes Catódicos.

Daba gloria verlos dormir. Estuve un buen rato viendo el programa, las cámaras se movían suavemente del uno al otro, lentamente, mostrándolos dormir en plano largo, plano corto, primer plano... estabas tan cerca que incluso podías ver como roncaba un poquito el Rey, cómo se movía el pecho de la Reina. Mi sueño regresó, y yo encantado. Volví a la cama y descansé como nunca.

Al día siguiente se lo dije a todo el que quiso escucharme, les recomendé el silencio y la tranquilidad de ese programa, que por cierto, dura desde que se pone el sol hasta que vuelve a salir... el Rey se hace llamar Fernando Catódico, y la chica, Isabella Catódica, y se han convertido en los reyes de la noche televisiva, desbancando a cualquier magazine, talk show o programa de entrevistas que se les ponga por delante.

Los reyes reinan en la noche catódica, y yo nunca dormí mejor.

miércoles, julio 13, 2011

Soy Lola

Lola entró en la joyería y, sacándose del bolso una pistola tintada de rojo, dijo:

- Hola, soy Lola, y esta es mi pistola. Dame tu dinero, o verás como mola.

Por desgracia, no se trataba de una joyería: una vez más, Lola se había equivocado de puerta. El dueño de la tintorería, un señor chino pequeñito, la miró con perplejidad.
Luego, con entereza zen, abrió la caja registradora y le entregó lo que había dentro, treinta y cinco euros y algunas monedas.
Lola miró el magro botín, echó un vistazo a su alrededor y se encogió de hombros. Metió el dinero y la pistola roja en su bolso y salió tranquilamente por la puerta.

- ¡¡Riamaré a ra porisía!! - gritó el señor Chen desde dentro.

A nadie le gusta que le roben, es una sensación muy desagradable, y el señor Chen no era una excepción.

Lola llegó a casa, dejó las llaves y el bolso en la puerta y se dejó caer en el sofá. Otra rima perdida. Tomó su bloc y empezó de nuevo a estrujarse el cerebro para encontrar una rima nueva para usarla en su próximo atraco. Y esta vez, además de repetirla mentalmente sin parar para no olvidarse, se aseguraría también de que el local era el correcto.

El gato, desde su atalaya encima del mueble con espejo, la miró con lástima gatuna.

lunes, julio 11, 2011

El cortijo de Teddy

Érase una vez un niño llamado Teddy que tocaba en un grupo musical. No obstante, nada dura para siempre, y Teddy, chico listo, se puso a trabajar en una sociedad que hacía que los músicos cobrasen cada vez que alguien usaba sus canciones.

Y con su inteligencia y su don para hacer amigos, la convirtió en una empresa grande y fuerte. Y sin embargo, la gente le odiaba, porque cobraba por cosas que la gente consideraba gratuitas.

Y Teddy, en vez de ser didáctico, de tener paciencia y dar explicaiones con calma para que su trabajo fuese comprendido y aceptado poco a poco, se refugió en el orgullo y los abogados. Y la gente le empezó a odiar más. Incluso algunos de los músicos, de sus protegidos, le dieron la espalda. ¡¡A él, que iba a hacerles tan ricos!!

El caso es que Teddy se fue amargando, a nadie le gusta ser odiado, y terminó por aceptar que quizás los músicos no se merecían todo el dinero que él estaba recaudando para ellos. Y quizás cogió un poquito. Y un día vino la policía a registrar su casa, y le llevó detenido.

Y este cuento no ha terminado.

martes, junio 14, 2011

La noche del capitán

El capitán Choripán circulaba por Arnaldo Oria con la vista perdida en el infinito. Esto le hacía chocar a menudo con transeúntes que caminaban en dirección contraria, pero por su mayor corpulencia apenas notaba los embates, ni tampoco algunos torrentes de insultos.

El capitán, como de costumbre, llevaba a modo de capa su bandera albiazul, una combinación personal de sus dos países preferidos, la Argentina y el Uruguay. Su semblante era animalesco, agradable y muy masculino y su piel muy roja, de ahí el simpático mote que lucía con orgullo.

De repente, al llegar a la plaza Comandante Felice, se paró en mitad, puso los brazos en jarras, elevó la barbilla e inició su fantástico grito:

- ¡¡¡Cheeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!

Como por arte de magia, toda la ruindad, la mezquindad, la codicia y la violencia de este mundo se borraron para siempre de los espíritus humanos. Finalmente estalló la paz y reinó la cordura.

Poco después, en agradecimiento, el capitán Choripán tiene una estatua de cinco metros de altura en la propia plaza Comandante Felice, ahora Plaza de Choripán. Fue pagada con fondos de la ONU y con el dinero del último premio Nobel de la paz, ofrecido a nuestro héroe, pero que él no se molestó en ir a aceptar en Suecia.

Pasados unos meses de barullo, el capitán Choripán ha vuelto duerme bajo las piernas de su propia estatua, tapado con cartones. Hasta hoy no ha vuelto a decir una palabra.

viernes, junio 03, 2011

Pequeña Evasión

Solía estar muy a gusto en nuestro centro de acogida. Los internos somos gente afortunada, contamos con un amplio abanico de comodidades y distracciones: una enorme piscina vacía en la que tomar el sol, sábanas limpias todas las semanas, menú variado, insectos grandes que puedes amaestrar para las diversas competiciones, uniformes elegantes...

Sin embargo, empecé a echar de menos el aire libre, el campo, la quietud de las granjas y los paisajes: nuestro fantástico lugar está rodeado de un muro de cinco metros de alto, y las únicas habitaciones con ventanas al exterior son las habitaciones de los guardias y las consultas de los médicos. Bueno, y las salas de electroshock, pero prefiero no hablar de ellas.

El caso es que suena la alarma de acostarse, se apagan las luces. Fuerzo la puerta y me deslizo esquivando al guardia hasta llegar a la celda 717. En la puerta pone "Jesús Branka, esquizofrenia paranoide".Es la celda del Gordo. Golpeo el código en la puerta y al cabo de un par de segundos, ésta se abre: Fray pone en el cuello con una enorme estaca de madera. Ah, eres tú, y entro. Me siento en el borde del camastro. Estamos el Gordo, Fray, la Mosca y yo. Falta la Ahogada, que como de costumbre, llega tarde.

Llaman y es ella: entra llevando un gato subido a cada hombro, como una reina. La saludo, pero de lejos y Bolchevique y Menchevique erizan su lomo y me bufan. Defienden lo suyo, supongo.

- Bueno - dice el Gordo, mirándonos desde su metro noventa y cinco y sus 250 kilos de volumen - El tema está claro: nos vamos. ¿pero cómo?

- Nada más sencillo - apunta la Mosca - podemos salir volando desde el patio.

- Nosotros no volamos - dice Fray, ceñudo.

Les veo desanimados, y no entiendo por qué.

- Hagamos lo obvio: salgamos por la puerta principal.

El Gordo se lleva las manos a la cabeza:

- ¡Estás loco! ¡Nos cogerán!

Los demás asienten.

- ¿Cuándo, cómo? - pregunta la Ahogada.

- Ahora y sin más - respondo, guiñándole el ojo.

Me levanto y abro la puerta de la celda, haciéndoles señas para que me sigan. Tras vacilar un poco, se levantan y me siguen por el pasillo, incluso el Gordo, aunque va murmurando que nos dirigimos a un destino fatal. Empieza el viaje.

Llegamos a la planta baja sin incidendes. El guardia de la puerta interior es Blas. Está distraído leyendo atentamente un catálogo de supermercado. No, de más cerca vemos que es una revista pornográfica. Levanta la vista y nos ve a los cinco, plantados ante él.

- Buenas noches, Blas. Ábrenos, que queremos irnos.

- Eh...

Blas intenta apretar la alarma, pero Fray es más rápido: estacazo en la cabeza. El guardia cae desmayado. Recojo su revista, "Culitos calientes".

- Nos será útil - me justifico ante las miradas curiosas de mis compañeros.

- A tí te va a ser útil seguro - comenta la Ahogada con algo de rabia contenida, mirándose las uñas.

La miro con cierto estupor.

- Venga, vamos.

Abrimos la puerta de seguridad con las llaves de Blas y salimos al corredor. Cerca de la puerta principal está el Cerbero, un guardia de dos por dos metros llamado Serafín. Por suerte, tengo un truco. Cojo la revista y empiezo a arrancar las páginas más jugosas, con mujeres más desnudas.

- Eso, está bien entretenerse, total, tampoco tenemos prisa - la Ahogada se está repasando las uñas con ira, de nuevo.

- Verás.

Como Pulgarcito, hago un camino de hojas pornográficas hasta el lavabo del pasillo B. En el interior, lanzo el resto de la revista. Me quedo con una sola hoja. Luego, ante la incredulidad de mis compañeros, les hago señas de que se escondan, y lanzo la hoja restante hacia el guardián. Esta flota para caer lentamente ante sus pies.

- ¿¿Eeeehmmm??

Serafín toma la hoja y empieza a ponerse rojo. De pronto ve que hay otra un poco más allá, y luego otra, y otra, y otra... las recoge hasta el lavabo, luego entra y ya no vuelve a salir.

Aprovechamos para acercarnos hasta la puerta de salida. Está cerrada, pero para eso llevamos al Gordo. Toma carrerilla y se lanza contra ella. La puerta cruje fuerte.
Desde el fondo del pasillo B se oye una especie de suspiro interrogatorio.

- ¿¿EEeehhhhmmmmm??

El Gordo, Fray y yo tomamos carrerilla, nos lanzamos los tres contra la puerta, que cruje y cede. Salimos todos en tromba, libres al fin de vuelta en nuestro mundo.

lunes, mayo 23, 2011

El equipo E

En 2002 cuatro de los mejores hombres del ejército español que formaban un comando fueron encarcelados por un delito que sí habían cometido: hacer el gandul y tomar drogas.

No tardaron en fugarse lentamente de la prisión en la que se encontraban recluídos, porque el único guardia de la cárcel se durmió dejando la puerta abierta.

Hoy, buscados todavía por el ministerio de Medio Ambiente, sobreviven en las terrazas de los bares.

Si tiene algún problema y se los encuentra, quizás pueda contratarlos: para robar caramelos a niños muy pequeños, palizas a ancianos o lo que surja.

El EQUIPO E (de España)

lunes, abril 25, 2011

Amor de fondo (de piscina)

Estoy tranquilamente dormido en mi celda, soñando con cuchillas de afeitar y princesas barbudas y de pronto noto una agitación externa. Sin quererlo, me despierto y abro los ojos. Es Fray, dándome golpes en el hombro.

- ¿Qué quieres, Fray? ¡Déjame volver a mi mundo!

- Necesito ayuda.

- Mmm, vale. ¿Has intentado hablar con la psicoconsultora? Es una tía muy ocurrente...

- Ayuda de verdad.

- Vale.

Me levanto lentamente, y trato de que me corra la sangre. Al mirarme al espejo veo un muerto viviente blanco como la leche. Soy yo. Detrás, una cabeza desencajada, ansiosa. Es Fray.

- A ver, Fray, ¿Cuál es el problema?

- ...

- Dime.

- Es privado.

- Privado el problema, privada la solución. Yo me vuelvo a mi cama...

Fray se pone aún más frenético. Tiembla y se pellizca los bíceps a sí mismo sin cesar, dejándose grandes marcas. Mañana los tendrá morados. Me mira, furioso y perdido.

- Vale. Es amor.

Sonrío y me acerco a él, tomándole de los hombros.

- ¿Estás enamorado Fray? Bueno, eso no es el fin del mundo. O sí. ¿Y quién o qué es el objeto de ese amor?

- No lo sé.

- ¿Eh?

- Eh.

- Bueno, ese es un buen problema, Fray. Estar enamorado y no saber de quién... la vida es una hijoputada, pero de las gordas. Coño.

No suelo decir palabrotas (no me gustan los electroshocks) pero la situación lo merece. Mi amigo está perdido en el mundo de los sentidos, y no sabe hacia donde enfocar. Necesitamos un experto.

- Vamos al patio, a preguntarle a una experta.

Bajamos hasta el patio. Los guardias nos miran raro, como siempre. Es muy confortable estar en una institución donde las cosas no cambian, te hace sentir a salvo. Nos dirigimos a la piscina.

- La ahogada.

- Sí, venga, vamos a bajar la escalera.

En el fondo de la piscina vive la Ahogada, una mujer increíble, con poderes inenarrable. Su mente sabe cosas que ella ni siquiera recuerda. Y además, siempre está en bikini. Vale la pena intentarlo. Como de costumbre, la Ahogada está tendida sobre una toalla en el fondo de la piscina vacía, junto al charco verde de los restos de agua, que se acumulan en la parte más honda. Lleva gafas de sol y finge escuchar música con unos cascos que no están conectados, al menos, no a este mundo.

- Hola, Ahogada. Aquí Fray y yo tenemos un problema. ¿Es buen momento para una consulta?

La mujer levanta la cabeza y nos mira por la rendija de sus enormes pechos.

- Es amor, claro, casi siempre es amor. A ver ¿Qué os pasa?

Fray y yo nos miramos.

- Aquí mi amigo Fray, que está enamorado, pero no sabe de quién o de qué. Y está como perdido.

- Muy perdido - remacha Fray.

- Ya veo. Voy a consultar a mis gatos. ¡Bochevique, Menchevique, venid!

Por el borde de la piscina se asoma un gato blanco. Salta con agilidad, se acerca y empieza a frotarse contra las piernas de la Ahogada, ronroneante.

- Siempre falta el maldito enano rojo. Es más díscolo que... ¡A ver, Bolchevique, o vienes ya o más vale que caces algo, porque el atún se lo voy a dar a éste!

Se oye un grito ahogado. Me giro y veo que sobre la cabeza de Fray hay un bulto rojo, como una pelusa enorme. La pelusa me mira y se convierte en un conjunto de bufidos, dientes y garras.

- ¡Bolchevique, baja de ahí de una vez, que molestas a los clientes!

El gato rojo salta y se sitúa junto a su ama.

- A ver, organización. Hay amor en este chico, muchachos, pero ¿a quién apunta? Vosotros, que habitais varios mundos a la vez tendreis alguna dirección que darle.

La Ahogada se agacha poniendo la cabeza a altura gatuna. Bolchevique se acerca a su oreja derecha, Menchevique a la izquierda. Parecen conversar.

- Vale. Está claro. - señala a Fray - tío, mira que eres previsible. Es la psicoconsultora. Y tú, dice señalándome, estás enamorado de mí. Qué cosas.

Fray y yo nos ponemos rojos como tomates. Hemos sido descubiertos por gatos de colores, qué vida ésta. Pago a la Ahogada con dos juguetes de cuerda antiguos: un payaso de goma amarillenta y un mono con platillos. Fray y nos vamos hacia la escalera. Me giro, pensando en intentar algo. Ella vuelve a estar tendida en su toalla, ahora boca abajo, lo que aún resulta más turbador si cabe. Me mira por encima de sus gafas de sol.

- Lo siento, moreno, el amor de tu amigo no es correspondido. Estas cosas pasan.

Nos vamos. De regreso a mi celda noto como que me he perdido algo. Luego me centro en un plato de natillas y me olvido del tema.

martes, abril 19, 2011

Mi bandersnatch se ha comido París

Los que vivimos en la Casa de Locos no estamos locos. Pero tampoco somos normales. ¿Sabes qué pasa? Que tenemos poderes, por eso nos temen y nos encierran aquí. Para olvidarnos y dormir tranquilos. Pero los simples muros no son suficientes, y ellos no lo saben.

Salgo al patio, en una de las tumbonas está Fray, leyendo el periódico con gafas de sol. Me siento a su lado y le pego en el diario. En realidad dormía con los brazos extendidos, así que se pega un buen susto, se le quedan las gafas torcidas, y me grita. Yo me parto. Cuando se calma, paso a hablarle de temas importantes.

- Ayer mi bandersnatch se escapó de la habitación.

- No lo dejes nunca suelto.

- Lo tengo atado, pero se me escapó. Y de un salto, se plantó en Francia.

- Estaría hambriento.

- Subió hacia el norte. Y, atraído por las luces, se llegó hasta París. Y se la comió enterita...

- Ves como estaba.

- Luego se echó una siesta en un bosque de Nancy, y de dos patadas estaba aquí de nuevo.

- Comer da sueño.

- Ya no existe París, debe de haber sido una masacre. Pensaba que igual tú lo habrías leído en el diario, o algo...

- Este periódico no vale.

Fray se levanta y me tiende el haz de papeles arrugados, desperezándose. Miré la fecha: era una edición de 1997. En portada aparecía un Ángel, pero del Infierno, en actitud desafiante. Lleva las mismas gafas de sol que Fray. Curioso...

- Es verdad, está pasadísimo. Pues habrá que conectarse a Internet. Quiero decir, ¿vaya desastre, no?

- A no ser que tengas esto.

Fray se saca un teléfono último modelo, con Internet, Blacktooth, táctil y de todo. La leche en verso, vamos.

- ¿De dónde lo has sacado, si está prohibido?

- Es un regalo.

- Introduce París en el buscador, tendría que aparecer de primer resultado, por las noticias y demás.

Fray teclea y busca. Las primeras páginas que aparecen son de viajes turísticos. Va hojeando, y nada de nada. Prueba desastre París, desaparición París, torre Eiffel. Nada. Se gira hacia mí y me mira por encima de las gafas.

- No viene nada.

- ¿Cómo es posible?

- Nos lo están ocultando.

- ¡No puede ser! ¡No pueden ocultárselo al mundo entero!

- Pueden. Tú lo sabes.

- Sí, bueno... pero oye, ¿y si resulta que mi bandersnatch me ha mentido? ¿Y si resulta que me ha salido rana, que es manso como un perrito?

- No ha mentido.

- ¿Cómo es posible? es decir, ¿cómo podemos comprobarlo?

- Mi bandersnatch me lo ha contado también.

- Así que el tuyo fue también...

- El mío también salió. Se comió Navalmoral de la Mata.

- Pues me dejas más tranquilo...

Fray vuelve a acostarse en su tumbona, para dormir sosteniendo el periódico simulando leer. Yo me siento a su lado, a comerme una bolsa de cacahuetes tomando el sol.

viernes, abril 01, 2011

Salida romántica

Para mí una salida romántica es reservar en un hotelito en la montaña, comer bien y salir con tu pareja a dar largos paseos. Paseos por el bosque, cogidos de la mano, por senderos, disfrutando de la naturaleza en todo su esplendor.

Contemplar como tu pareja se agacha a mirar a las hacendosas hormigas y los simpáticos escarabajos peloteros, y fijar la vista en otra parte justo antes de que el animal que hay en tí haga acto de presencia.

Al atardecer, una partida de cartas, una cena ligera, una ducha bien fría y cada cual a su habitación (si puede ser, en plantas distintas), para prevenir tentaciones antes del matrimonio. ¡Qué felicidad!

Sí, esto es vida. Hay que saber esperar para empezar una proyecto vital común de acuerdo con las pautas del buen democristiano. Y, sobre todo, una regla básica: las putas son sólo para situaciones de emergencia. Ni más, ni menos.

domingo, marzo 27, 2011

Despiadadamente solo

Despiadadamente solo
sentimientos rabiosos y arrebatados,
mirando hacia el yeso sucio
de una pared sin puerta.

La televisión encendida
huidas mentales para jóvenes ancianos idiotas
pero a mí no me sirve:
demasiado tonto para creer.

Abrazado por la humedad
exhalo bien fuerte
intentando deshacerme de pensamientos y sueños locos,
deseando ser normal.

El ruido interior me desarma contra el suelo.
Hoy tampoco duermo;
quizás, por favor, mañana.

martes, marzo 22, 2011

Fragmentos de la ópera gatuna

Una valla en la noche, separando un jardín de un bosque oscuro. Y sobre la valla, una cabecita peluda. Con bigotes y dos garras que se aferran, y ágil, sube a la valla el gato.

Tiene tres colores, así que no es gato, sino gata. Y junto a ella se aposenta un siamés panzón.

Y ahora sube un tigre rayado, y una pantera negra, y un blanco con la cabeza y las patas pintadas de negro.

Y todos tienen hambre, así que empiezan a quejarse. Con armonía: los graves con los graves, las gatas con las gatas. Maúllan su melodía durante un buen rato, pero parece que a ningún humano le importa...

De pronto, se oye un estrépito metálico: el gato panzón ha saltado sobre un cubo de basura que había en el jardín, ha apartado la tapa y la ha dejado caer al suelo, para meterse dentro buscando posibles presas.

El resto del grupo se asusta, y dando ágiles saltos desaparecen, dispersándose en la noche. Sin embargo, poco a poco van volviendo, se van reuniendo alrededor del cubo, para ver si el siamés está teniendo suerte, o si simplemente se ha quedado atrapado dentro.

miércoles, marzo 16, 2011

La fiesta del fin del mundo

La fiesta del fin del mundo

Rey Luí se despierta confuso: se ha quedado dormido leyendo en la bañera, el agua se ha enfriado y su libro está empapado y pesa ahora unos diez kilos. Sin alterarse, se seca bien, se pone su chándal favorito y un sombrero de flores y llama a Be Minúscula por teléfono.

- He soñado que el fin del mundo es el próximo lunes.

- ¡Eres grande, majestad! ¡no se me ocurre un motivo mejor para una fiesta de despedida!


Emocionada, Be Minúscula llama a Ferdinand Dadá para que lo organice todo.

El domingo, víspera del fin del mundo, no faltadetalle en el ático del Hôtel des Âmes. Todos están allí: el inefable Señor Señora va de la mano de la Señorita Mensonge, ambos rivalizando en tacones y colorido. Bailan despreocupadas las hermanas Minúscula, Be y Jota con su majestad el Rey Luí, y Julieta Martínez, sonriente, acaricia a su perrito.

Van todos vestidos de gato, y beben copas llenas de leche. Hay bocadillos de atún para comer, ratones de gominola para picar y agua para los intolerantes a la lactosa. Ya digo, todo magistralmente organizado.

De pronto entra la Mujer Cordobesa, que llega elegantemente tarde y vestida de faralaes.

- ¡Sois unos idiotas, habeis alquilado los trajes de gato de todo el barrio! ¡He tenido que ponerme algo del armario! ¡Cabritos!

Todos celebran alegremente el vituperio. Y llega el momento, sacan la tarta de arenque de tres pisos. Soplan las velas, y la cortan mientras suenan las doce. El mundo no termina, así que se la comen.

Y para celebrar que la vida continúa, se suben todos a la barandilla, se toman de la mano y saltan al vacío. Pero lo hacen mal, y caen hacia el lado del ático, entre risas y algún aullido.

domingo, marzo 13, 2011

Acróbata nocturno

Entró por la ventana mientras los amantes dormían. El lirón acróbata dió un salto y dejó el alféizar para agarrarse por los pelos a un adorno de la cabecera de la cama. Haciendo fuerza con las patitas, consiguió aupar todo el cuerpo encima de la delgada superficie de madera. Caminó varios pasos y se deslizó por un barrote hasta la almohada.

En ese momento, el hombre se dió media vuelta en sueños, hasta quedarse de lado. El lirón, sin poder evitarlo, cayó sobre su pelo, y puso sus pequeñas garras en la frente. Sin despertarse, el hombre levantó su mano y se rascó, pero el animalillo ya se había puesto a salvo, se había soltado de la jungla de pelo y se había subido a la blanda almohada.

Con ojitos brillantes vió que había un espacio entre la almohada de la mujer y la pared: ni corto ni perezoso, bueno, perezoso tal vez sí, se colocó en el agujero, que parecía un nido. El pequeño lirón se tumbó de lado, se enroscó de manera que la cola le daba una vuelta completa a su alrededor, puso la cabeza entre sus patas traseras y se dedicó a hacer lo que más le gustaba en este mundo: dormir en compañía.

sábado, marzo 05, 2011

Una cicatriz bajo el labio inferior

Tengo una vistoso corte bajo el labio inferior, hasta que no se me cure no podré afeitarme.

Lo que pasó fue que mi novia intentó degollarme mientras dormía: cogió una de las navajas de mi colección, una navaja de carraca. La acercó a mi cuello y cuando ya enfilaba mi yugular, yo me moví en sueños. Me cortó, o mejor, me corté a mí mismo bajo el labio inferior.

Me desperté muy sobresaltado. Mi novia temblaba con la navaja en la mano goteando mi sangre. Estaba como helada, sabía qué hacer.

Le quité mi navaja de las manos, la limpié con el borde de la funda de su almohada y la devolví al cajón. Estaba muy cansado para discutir, así que me puse un poco de papel higiénico en el corte y me tumbé de nuevo, dándole la espalda.

Al cabo de un rato, oí un suspiro y noté como se tumbaba a mi lado y se tapaba con las sábanas.

Por la mañana, durante el desayuno, ninguno de los dos comentó nada.

jueves, marzo 03, 2011

Mi vida como betatester

Ahhh, el betatesting, que buenos ratos pasábamos... me acuerdo cuando yo era betatester de colacao: un día nos dieron un bote verde y a un chaval le salieron antenas. Luego murió. Una historia triste.

Recuerdo que en otra ocasión mi empresa publicó una oferta de trabajo en que pedían un betatester. En la entrevista eligieron a un chaval pequeñito. Pues bien, le metieron en la caja vacía de un servidor, y le tuvieron allá tres semanas. Le daban de comer a través de la disquetera... era una prueba de resistencia. El chico se volvió loco y tuvieron que gasearlo. Otra historia triste.

Sobrevivir al betatesting fue un periodo de mi vida tenebroso, pero interesante. Lo recuerdo con gran cariño.

viernes, febrero 11, 2011

Los indios han matado a los colonos y a nosotros no nos importa

Llegaron con la mañana, chillando y disparando, y arrasaron las granjas septentrionales, matando a todo el mundo. Hacia las 10 estaban ya a la entrada del pueblo, el primer sitio en el que hubo resistencia.

Los lugareños lucharon por su vida, pero la sorpresa y las mejores armas de los marcaron pronto la diferencia. No dejaron a nadie con vida, salvo los que se escondieron en los alrededores. Los que estaban ocultos en sus casas murieron también: prendieron fuego a todo.

Hacia media tarde ya no había nada que robar ni que matar, así que se reagruparon y volvieron hacia su base. Los escasos campesinos y granjeros supervivientes no tienen casas, ni cosechas, ni animales... y el invierno está a la vuelta de la esquina.

Los que atacaron no son indios. Son soldados del ejército regular del país, que querían dar ejemplo para evitar la simpatía regional hacia los rebeldes. Su impunidad debería sublevarnos, hacernos actuar. Pero están lejos, y son de unas tierras que no importan, así que qué más nos da.

Parece una trama típica de película clásica del oeste, sólo que no va a haber un séptimo de caballería, ni unos intrépidos guerreros con mejores armas que ajusten las cuentas. Las cuentas se van a quedar así. Nos consolamos pensando que aquí esto no podría pasar nunca (aunque ya haya pasado antes).

Los indios han matado a los colonos, y a nosotros no nos importa.

lunes, febrero 07, 2011

Entre nosotros

Los primeros pobladores de la península, si estamos de acuerdo con las teorías de Darwin, eran unos peces con cuatro patas realmente feos. Y ¿quién te dice a ti que se han ido? ¿y cómo? ¿y cuándo, o por qué?

La respuesta es simple: no se han ido. Siguen entre nosotros. Así que la próxima vez que te tumbes a dormir en tu mullida cama, echa antes un buen vistazo bajo ella. Es más, levanta y revisa también armarios y cajoneras. Ellos pueden, deben estar ahí. Y vivieron en tiempos duros, pasaron glaciaciones. No son amistosos.

viernes, febrero 04, 2011

El dictador ciego

El dictador sentado en su confortable sillón, detrás de su mesa, en el inmenso despacho. Llega un ministro, muerto de miedo: le dice que la gente se está manifestando frente a su palacio. Que la gente quiere que se vaya. El dictador monta en cólera. "Yo soy el país" grita, "si no me quieren, no son patriotas; si no son patriotas, son traidores".

El jefe de la policía secreta organiza escuadras de hombres armados para expulsar por la fuerza a la gente de la plaza, pero son demasiados. Se identifican cabecillas, se les secuestra, se les tortura y se les hace desaparecer, pero la gente sigue allí.

El ejército se niega a intervenir, y el dictador, ciego de ira, manda ejecutar al estado mayor. Los generales dan un golpe de estado. El pueblo espera, impaciente. Un general se convierte en presidente provisional, a la espera de organizar elecciones.

Se juzga al dictador ciego, al que se ha atrapado intentando huír al extranjero con buena parte de su fortuna en lingotes de oro. Se le ejecuta sumariamente.

El presidente provisional nunca encuentra el tiempo para elecciones, hay demasiado desorden. El presidente provisional se elige a sí mismo como definitivo. El nuevo dictador recibe felicitaciones internacionales de sus aliados militares.

El pueblo, harto de matanzas y desengaños sin mejoras básicas evidentes, se abandona a la abulía. Hasta la próxima vez.

sábado, enero 08, 2011

El boxeador poeta



De día intercambia golpes
de noche sueña con versos
con amor romántico
gótico e insoportable.

Y de día los aplasta
contra el saco
con furiosos golpes.

¿cuándo vas a ver tú
un poeta en calzoncillos
si no es en el ring?


sábado, enero 01, 2011

Dublín, Hotel Cucarachas

Antes de la guerra no había en Dublín demasiados hoteles. O digámoslo claro, no había demasiados hoteles que mis compañeros y yo pudiésemos permitirnos. Así las cosas, cuando los demás estaban llenos, terminábamos en el mismo hotel. Tenía otro nombre, pero nosotros lo llamamos el Hotel Cucarachas.

Con el tiempo refinamos un procedimiento que nos funcionaba muy bien. El primer paso era convertir la habitación en una zona segura: recorríamos cada palmo de la estancia buscando cada una de las bestezuelas y la aplastábamos sin odio pero con eficacia.

Lo segundo era más complicado: evitar que entrasen nuevos individuos. El problema lo solucionábamos mediante guardias de tres horas. El vigilante se quedaba despierto, atento al menos crujido. Cuando uno de los insectos osaba entrar en nuestro santuario, era inmediatamente espachurrado. El resto mientras tanto, disfrutábamos de un sueño tranquilo, al menos, hasta que te tocaba despertarte para vigilar, y si era necesario, exterminar a los intrusos.

Al final encontramos un hotel más limpio y no mucho más caro, y dejamos de ir allí. Mi marca personal se quedó en trescientas cincuenta y dos cucarachas aplastadas.
 
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