sábado, enero 01, 2011

Dublín, Hotel Cucarachas

Antes de la guerra no había en Dublín demasiados hoteles. O digámoslo claro, no había demasiados hoteles que mis compañeros y yo pudiésemos permitirnos. Así las cosas, cuando los demás estaban llenos, terminábamos en el mismo hotel. Tenía otro nombre, pero nosotros lo llamamos el Hotel Cucarachas.

Con el tiempo refinamos un procedimiento que nos funcionaba muy bien. El primer paso era convertir la habitación en una zona segura: recorríamos cada palmo de la estancia buscando cada una de las bestezuelas y la aplastábamos sin odio pero con eficacia.

Lo segundo era más complicado: evitar que entrasen nuevos individuos. El problema lo solucionábamos mediante guardias de tres horas. El vigilante se quedaba despierto, atento al menos crujido. Cuando uno de los insectos osaba entrar en nuestro santuario, era inmediatamente espachurrado. El resto mientras tanto, disfrutábamos de un sueño tranquilo, al menos, hasta que te tocaba despertarte para vigilar, y si era necesario, exterminar a los intrusos.

Al final encontramos un hotel más limpio y no mucho más caro, y dejamos de ir allí. Mi marca personal se quedó en trescientas cincuenta y dos cucarachas aplastadas.

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