viernes, febrero 11, 2011

Los indios han matado a los colonos y a nosotros no nos importa

Llegaron con la mañana, chillando y disparando, y arrasaron las granjas septentrionales, matando a todo el mundo. Hacia las 10 estaban ya a la entrada del pueblo, el primer sitio en el que hubo resistencia.

Los lugareños lucharon por su vida, pero la sorpresa y las mejores armas de los marcaron pronto la diferencia. No dejaron a nadie con vida, salvo los que se escondieron en los alrededores. Los que estaban ocultos en sus casas murieron también: prendieron fuego a todo.

Hacia media tarde ya no había nada que robar ni que matar, así que se reagruparon y volvieron hacia su base. Los escasos campesinos y granjeros supervivientes no tienen casas, ni cosechas, ni animales... y el invierno está a la vuelta de la esquina.

Los que atacaron no son indios. Son soldados del ejército regular del país, que querían dar ejemplo para evitar la simpatía regional hacia los rebeldes. Su impunidad debería sublevarnos, hacernos actuar. Pero están lejos, y son de unas tierras que no importan, así que qué más nos da.

Parece una trama típica de película clásica del oeste, sólo que no va a haber un séptimo de caballería, ni unos intrépidos guerreros con mejores armas que ajusten las cuentas. Las cuentas se van a quedar así. Nos consolamos pensando que aquí esto no podría pasar nunca (aunque ya haya pasado antes).

Los indios han matado a los colonos, y a nosotros no nos importa.

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