El dictador sentado en su confortable sillón, detrás de su mesa, en el inmenso despacho. Llega un ministro, muerto de miedo: le dice que la gente se está manifestando frente a su palacio. Que la gente quiere que se vaya. El dictador monta en cólera. "Yo soy el país" grita, "si no me quieren, no son patriotas; si no son patriotas, son traidores".
El jefe de la policía secreta organiza escuadras de hombres armados para expulsar por la fuerza a la gente de la plaza, pero son demasiados. Se identifican cabecillas, se les secuestra, se les tortura y se les hace desaparecer, pero la gente sigue allí.
El ejército se niega a intervenir, y el dictador, ciego de ira, manda ejecutar al estado mayor. Los generales dan un golpe de estado. El pueblo espera, impaciente. Un general se convierte en presidente provisional, a la espera de organizar elecciones.
Se juzga al dictador ciego, al que se ha atrapado intentando huír al extranjero con buena parte de su fortuna en lingotes de oro. Se le ejecuta sumariamente.
El presidente provisional nunca encuentra el tiempo para elecciones, hay demasiado desorden. El presidente provisional se elige a sí mismo como definitivo. El nuevo dictador recibe felicitaciones internacionales de sus aliados militares.
El pueblo, harto de matanzas y desengaños sin mejoras básicas evidentes, se abandona a la abulía. Hasta la próxima vez.
viernes, febrero 04, 2011
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