Los que vivimos en la Casa de Locos no estamos locos. Pero tampoco somos normales. ¿Sabes qué pasa? Que tenemos poderes, por eso nos temen y nos encierran aquí. Para olvidarnos y dormir tranquilos. Pero los simples muros no son suficientes, y ellos no lo saben.
Salgo al patio, en una de las tumbonas está Fray, leyendo el periódico con gafas de sol. Me siento a su lado y le pego en el diario. En realidad dormía con los brazos extendidos, así que se pega un buen susto, se le quedan las gafas torcidas, y me grita. Yo me parto. Cuando se calma, paso a hablarle de temas importantes.
- Ayer mi bandersnatch se escapó de la habitación.
- No lo dejes nunca suelto.
- Lo tengo atado, pero se me escapó. Y de un salto, se plantó en Francia.
- Estaría hambriento.
- Subió hacia el norte. Y, atraído por las luces, se llegó hasta París. Y se la comió enterita...
- Ves como estaba.
- Luego se echó una siesta en un bosque de Nancy, y de dos patadas estaba aquí de nuevo.
- Comer da sueño.
- Ya no existe París, debe de haber sido una masacre. Pensaba que igual tú lo habrías leído en el diario, o algo...
- Este periódico no vale.
Fray se levanta y me tiende el haz de papeles arrugados, desperezándose. Miré la fecha: era una edición de 1997. En portada aparecía un Ángel, pero del Infierno, en actitud desafiante. Lleva las mismas gafas de sol que Fray. Curioso...
- Es verdad, está pasadísimo. Pues habrá que conectarse a Internet. Quiero decir, ¿vaya desastre, no?
- A no ser que tengas esto.
Fray se saca un teléfono último modelo, con Internet, Blacktooth, táctil y de todo. La leche en verso, vamos.
- ¿De dónde lo has sacado, si está prohibido?
- Es un regalo.
- Introduce París en el buscador, tendría que aparecer de primer resultado, por las noticias y demás.
Fray teclea y busca. Las primeras páginas que aparecen son de viajes turísticos. Va hojeando, y nada de nada. Prueba desastre París, desaparición París, torre Eiffel. Nada. Se gira hacia mí y me mira por encima de las gafas.
- No viene nada.
- ¿Cómo es posible?
- Nos lo están ocultando.
- ¡No puede ser! ¡No pueden ocultárselo al mundo entero!
- Pueden. Tú lo sabes.
- Sí, bueno... pero oye, ¿y si resulta que mi bandersnatch me ha mentido? ¿Y si resulta que me ha salido rana, que es manso como un perrito?
- No ha mentido.
- ¿Cómo es posible? es decir, ¿cómo podemos comprobarlo?
- Mi bandersnatch me lo ha contado también.
- Así que el tuyo fue también...
- El mío también salió. Se comió Navalmoral de la Mata.
- Pues me dejas más tranquilo...
Fray vuelve a acostarse en su tumbona, para dormir sosteniendo el periódico simulando leer. Yo me siento a su lado, a comerme una bolsa de cacahuetes tomando el sol.
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