jueves, octubre 23, 2008

Los zombis y yo

Qué se le va hacer, me gustan los zombis. Cada uno tiene sus manías, y la mía son esos no-muertos que caminan lentamente buscando entrañas vivas que devorar.

Que sí, que tienen mala pinta, que lo admito, que son agresivos, que tienen poca conversación... ¡pero por lo menos van de cara, que es mucho más de lo que se puede esperar de mucha gente!

Y terror, terror... bueno, no es miedo, es respeto. Pero de verdad, que se les acaba cogiendo cariño con el tiempo. Es cuestión de irles poniendo nombre y apellidos.

Oye, y que si van vestidos con andrajos, y huelen mal, y manchan, pero que te ven y se acercan a saludarte, no como hago yo tantas veces, que veo a alguien, meto la nariz en mi libro ¡¡¡y me hago el loco!!! así, sin más, con impunidad...

Una cosa que tengo claro es que son mejores personas que muchos, y desde luego, son infinitamente más enrollados que yo.

Era un hombre joven pero un poco extraño

Era un hombre joven pero un poco extraño
que con sus manías recreaba el mundo.
En eso entró ella, la falda plisada
preludio de maremotos, de jarana tropical.

Él la vió y no se lo pensó: al oído
le recitó una vieja frase vieja
de las que no hacen historia,
sino que lo que hacen es vida.

"Todas las personas son iguales" exclamó,
y ella dió un gran salto, asustada y nerviosa.
"Todas las personas son iguales",
y ella le miró con rabia,y levantó el puño.

"Todas las personas son iguales",
y ella con desdén dió la vuelta y se alejó.
"Todas las personas son iguales",
repetía, y repetía, y repitió.

"Todas las personas son iguales"
dijo a la luna, dijo a la noche,
"todas las personas son iguales"
dijo a la luz de las estrellas fugaces.

"Todas las personas son iguales"
murmuró a las piedras,
y aún al polvo encima de las piedras.
"todas las personas son iguales"
susurró solo, como un faro en la tormenta.

"Todas las personas, menos tú."
 
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