jueves, diciembre 09, 2004

Bollería Mortal

Jau,

Es tremendo. Ayer fuí poseído. Y no por un demonio, un djinn o cualquier otro espíritu al uso. No. Fuí poseído por un chucho.
Digo esto, y sé que la primera imagen que viene a la mente es un perro macho atacando, excitado, una pierna humana, con el fin de aparearse con ella. Aaah, ojalá hubiese tenido tanta suerte. Mi chucho no era de ese tipo.
Vereis, resulta que cerca de mi casa hay una pequeña granja. Todo parece muy familiar y agradable. Hacía mal tiempo, y mi acompañante y yo buscábamos un sitio donde tomar algo, "merendar", lo llaman algunos. Pero no podía ser ni el caro y mediocre (pastamente hablando) Café di Roma ni el ruidoso Illy, no. Así que cuando vimos la granjita decidimos (ayudados por la lluvia) que ya habíamos paseado bastante.
El caso es que nada más entrar le ví. Él era grande, mullidoesponjoso, cubierto de azúcar... creo que me guiñó un ojo, aunque yo llevaba las gafas empapadas y no veía muy bien. El caso es que, cuando la muchacha se nos acercó para apuntar, yo LE elegí, junto con un botellín de Cacaolat.

Fue un mal negocio: me lo comí en dos minutos, y al cabo de nada ya estaba amarillento. Fijaos si debía poner mala cara que mi acompañante, la señorita Moneypenny se asustó un poco, y me conminó a volver a mi casa, y a mi camita, a ver si se me pasaba.
Así lo hice, pero la MALDICIÓN ya estaba en marcha. Resistí durante unas horas, incluso cené, pero a la una y pico de la mañana, tras dos episodios de Hospital Central, me levanté, dispuesto a lavarme los dientes. Y en vez de lavarme los dientes, eché hasta la primera papilla.

Aún hoy, un día después, me pregunto cómo puede un chucho albergar tanto odio hacia un desconocido...

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