Gengis Khan, a quien su madre llama Temujín, decide un lluvioso día de 1206 que está hasta las narices de la estepa,y que le apetece merendar en París. Reúne a un buen montón de guerreros mongoles y, cabalga que cabalgarás, asediando y saqueando, se plantan en París. Por desgracia, los caminos son tan malos que al bueno de Temujín se le pasa el hambre con tanto traquetreo, y decide volver a casa.
Cuál es su sorpresa cuando su madre le da un coscorrón nada más bajarse del caballo. Le dice que a ver que se ha creído, que llevaba varios años sin venir de visita ni escribir, ni nada, y que ni conquistas ni leches, que madre sólo hay una y hay que respetarla. Gengis Khan, poderoso emperador del mundo, pide perdón cabizbajo y entra en la tienda de lona a cenar con la familia.
150 años después Timur el Cojo, más conocido como Tamerlán, decide que a él también le apetece tomarse un chocolate y unos bizcochos en algún café elegante de París. Sin pensárselo dos veces se sube a su caballo, llama a sus amigos y compañeros de la estepa y cabalgan en pos de aventuras. De juerga por la Europa central, van arrasando y sembrando el terror, con asedios, saqueos y pillajes a sangre, a fuego y a todo lo demás.
Tras pasar un aburrido invierno en Tashkent, en 1391 toman Samara, Kabul, Bagdad y todo lo que se les pone por delante. Tamerlán, hastiado por lo lejos que sigue quedando París da media vuelta y se pone a conquistar la India.
Sabe que debe volver a casa, pero le da miedo la reacción de su madre (no en vano sabía lo que le había pasado a su antecesor), así que pone la directa y acaba muriendo en 1404 mientras planea la conquista de China. Su madre nunca le perdona que no le felicitase los cumpleaños.
martes, octubre 25, 2005
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