viernes, marzo 31, 2006

Vinieron de dentro de...

Sólo tiene que aparecer un rayo de sol en lontananza, sólo tiene que subir la temperatura unos grados y ya los tenemos aquí. Están entre nosotros.
Son grandes y pequeños, gordos y flacos, feos y guapos, vienen en manadas y nunca acaban de marcharse.
Estoy hablando de los turistas que invaden la Condal ciudad. Gracias al insigne Clos, precursor de botellones, los visitantes están permanentemente ocupando nuestros espacios públicos y haciendo subir los precios de todo.

Eso sí, todo se reparte democráticamente: las molestias para los ciudadanos, los beneficios, para los dueños de hoteles, agencias de viajes, restaurantes y tiendas.

Además, tengo una sospecha con respecto a los turistas: en realidad todo es una conspiración. No puede haber tanta gente en el mundo que viva engañada con el mito de Barcelona. En realidad, sé de buena tinta que el ayuntamiento contrata masivamente a ciudadanos para que vistan raro, hablen lenguas extrañas y estén todo el día subiendo y bajando la rambla, tomando paella y sangría venenosa y demás.
Supongo que les pagarán un sueldo con(nuestro) dinero público, pero por lo menos espero y suplico que las camisetas de mal gusto, las chanclas con calcetines y los sombreros mexicanos se los paguen ellos mismos.

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