Era día de partido, y yo estaba en el estadio tranquilamente sentado en mi asiento de grada. Leía a Soren Kierkegaard mientras los equipos marcaban goles, o los recibían, no me sé muy bien las reglas. Recuerdo que la gente de mi alrededor gritaba a menudo.
El caso es que desvié la mirada a mi otra mano, a la libreta, donde apunto los buenos propósitos que se me ocurren en la vigilia, justo antes de dormir. Abro por una página cualquiera y leo “La angustia seguirá presente en tu vida sin importar lo que hagas, forma parte de todos, y por tanto, forma parte de tí”.
Me levanté, salí de la fila, entré por la boca de acceso, y me dirigí al puesto de las salchichas. Caminaba rápido, como poseído. Salté la barra, atraje hacia mí a la chica que lo regentaba y, sin darle tiempo a reaccionar, la besé en la boca.
Muchos años después sigo errando (de errores y de vagar) sin encontrar mi camino, pero aquella iluminación repentina y aquella chica estan conmigo donde quiera que vaya.
sábado, octubre 10, 2009
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