Era el final del concierto, y Tomás Turbado y La Banda Que Se Toca Mucho flotaban sobre el escenario, con el público entregado cantando “La maté porque era tuya” a voz en grito. Tomás, vestido de velcro y pana, rojo y verde, rubio platino con entradas hasta el fondo, estaba haciendo la actuación de su vida. La canción terminó en un mar de aplausos, silbidos y chillidos. Sin tiempo para respirar, Pervo empezó a tocar el primer riff de “El diablo vive en tu armario” y la sala entera empezó a saltar de nuevo.
De pronto, en vez de empezar con lo de “Lluviosa tarde de viernes en tu cama”, Tomás lanza un gritito, una especie de gallo y cae al suelo cogiéndose la garganta con ambas manos. Cuesta unos segundos que Pollo Loco, el batería se dé cuenta. Suelta las baquetas y salta por encima de los bongos para llegar hasta el cantante. Los demás, al parar Pollo se dan cuenta, y le rodean. El público se queda helado.
Un enorme dardo se ha clavado en la garganta de Tomás, paralizándole el cuello y no dejándole respirar. Se lo arrancan, llaman al servicio de socorro, hay mucha confusión... los sanitarios llegan, pero ya no hay tiempo, y el cantante entra en shock. Lo llevan al hospital y logran salvarle la vida, pero no la voz. Tomás nunca volverá a cantar, tampoco a hablar.
Y todo por haber abandonado a Carla Iglesias de una forma tan egoísta y brusca. La venganza aquí tomó la forma de un dardo envenenado. La banda contrató a un nuevo vocalista, Benito Camela. Al cabo de un par de años, cuando Carla salió de la cárcel, Benito la fue a buscar y no tardó en pedirle que se casara con él.
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