Mientras paleaba restos de artilugios que algún día valdrían su peso en oro en otro planeta, Loro recordó las palabras del que había sido su mentor en la pila de basura, hacía tantos años.
- Nunca dejes un resto valioso para mañana. Nunca sabes si mañana habrá desaparecido, o siquiera, si existirá un mañana. - le espetó el viejo Glaudio. Fue la primera y última vez que le dirigió una frase de más de tres palabras.
Rabioso, Loro tiró la pala a un lado. "Ahí se quedan, viejo", pensó, y se dirigió a la cámara de descompresión. Por un momento pensó en quitarse el traje en mitad de la luna y dejar que la falta de atmósfera hiciera el resto. Antiana ya no quería ni verle, y la chica que le sedujo, María... en fin, María era como un pajarillo en una tempestad: nunca sabía si iba o venía.
En vez de a la sala de descompresión, se dirigió por fuera hacia el patio que hacía las veces de espaciopuerto. Menudo chiste: sólo había un viejo cohete desvencijado del Zenozoico en un rincón... pero espera, ¡también estaba una brillante micronave de transporte roja con el emblema de los distribuidores de suministros!
Se acercó sigilosamente a la escotilla de entrada. ¡De verdad, era su día de suerte! ¡Esos idiotas se habían dejado el seguro sin echar!
Loro se subió rápidamente, se descontaminó con dejadez y cerró el seguro. Abrió una lata de vino Con y se sentó a los mandos. Eran lo suficientemente estándar como para que él, que había suspendido tres veces el carné, pudiera elevarla.
Empezó a oír golpes en el casco: el repartidor, sin duda, tratando de recuperar su vehículo. Sin pensarlo dos veces, Loro apretó el botón sepia y despegó. El ordenador trataba de averiguar a dónde quería ir, pero él se tumbó en el sillón, poniendo las botas sobre el tablero de mandos, disfrutando de su bebida.
- Ordenador, rumbo al Sol, modo manual. Velocidad crucero.
Así no le molestarían los cambios de rumbo automáticos para evitar la estrella, y podría terminarse tranquilamente su vino mientras aguardaba el cálido desenlace.
martes, enero 12, 2010
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1 comentario:
genial relat Pedro!
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