- Bésame, bésame como si no hubiera un mañana: como si no tuviéramos que volver a separarnos nunca, como si la explosión de sentimientos que experimentamos fuese a durar toda la eternidad...
Rebeca le miró, extrañada. Ella no se dejaba impresionar fácilmente por la palabrería de los hombres, que usaban la palabras de sentimientos para bajarle las bragas. Al contrario. Apartó al tipo y se levantó del sofá. Educadamente, le pidió que se volviese a su casa.Él salió con cara larga. Intentó un par de carantoñas sin éxito, y Rebeca le cerró la puerta en las narices.
Luego fue caminando por el pasillo, hasta la habitación del fondo. Mucho antes de llegar, ya se oían las patas raspando la puerta, ansiosas. Gemidos y movimientos nerviosos.
Abrió y Señor Ministro, su mastín, se abalanzó sobre ella. Rodaron juntos por el suelo entre risas y lametones. El perro le llenó la cara de babas mientras Rebeca reía sin parar.
- Otro pesado de esos a los que les pierde la labia, Señor Ministro - le contó ella. - Parece que tendré que seguir buscando.
martes, diciembre 22, 2009
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