miércoles, julio 03, 2013

La saga del antiguo rey de Mordor

El antiguo rey de Mordor vivía en mi escalera. Era uno de los vecinos viejos, el del tercero primera. Era viejo pero era regio, duro. Nunca hablaba de los elfos, pero veías en sus ojos arder una cólera infinita. En ellos podías leer que los orejas largas le habían vendido, le habían robado el reino, le habían robado su vida. Mucho rencor.

Cuando coincidías con él en el ascensor, siempre se quedaba mirando al espejo, observando su propia decadencia. ¿Dónde estaban los caros ropajes, dónde estaba la corona, la barba? Hasta la barba le habían quitado, en el hospital, problemas de piel, el precio de la edad. Pero ¿no podían también haberle extirpado la rabia?

Un día volvía del supermercado con dos bolsas llenas, una en cada mano, encorvado. Me ofrecí a ayudarle a subirlas. Él no dijo nada, pero me tendió una. Subimos en el ascensor en silencio, hasta el tercero. Abrió la puerta con una vieja llave de tubo. No sé cómo no pensé que la cerradura era demasiado antigua: el edificio se construyó en los sesenta. Me invitó a entrar con un gesto, dí unos pasos y paré en seco. No estaba preparado para lo que me esperaba: el piso no tenía tabiques, era todo una gran sala forrada de terciopelo verde oscuro. En las paredes, tapices medievales y espadas, lanzas, mazas, escudos... En el centro, dominando la sala, un enorme trono de hierro.

Oí como la llave cerraba la puerta. El viejo se me acercó a la espalda y me dijo al oído "Soy el rey de Mordor, y tú, mierdecilla, vas a ser mi siervo."

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