martes, julio 09, 2013

Primer indicio

Le detuvieron una tarde de verano, cuando los niños carmesí corrían hacia sus cuevas montados en su alegres cabras.
Los Brutos le ataron las manos a la espalda, y lo condujeron al tribunal pasando ante la multitud tricolor que se refugiaba en las terrazas de los cafés. La vergüenza le consumía.

Ya en el juicio, el Juez Bulldog, con su casco de moto, le miró con severidad. Había roto la ley del silencio, y lo que era más grave todavía, había osado tener esperanzas de que nadie se diese cuenta. Encima, ni se había entregado a los Brutos, ni tampoco se había arrojado al vacío para salvaguardar su honor. Un caso perdido.

Le pintaron el cuerpo de verde, le pegaron las borlas de algodón en la frente y lo subieron a una barca ceremonial, aún atado. Lo enviaron río abajo para no volver a verle. Con suerte, si le quedaba algo de entereza, un mínimo de dignidad, se dejaría llevar hasta purgar sus culpas en la Gran Cascada.

Durante toda la tarde y los días que siguieron, la multitud tricolor murmuró sobre él, primero con abierta desaprobación, pero al cabo de un tiempo, su actitud empezó a provocar cierta admiración extraña. El Marsupial que Habló se fue convirtiendo, poco a poco, en leyenda.

Dicen que este fue el primer indicio para lo que estaba por llegar, pero yo no pondría la mano en el fuego.


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