jueves, marzo 17, 2005

Agresiones sonoras en el metro

Hace ya algún tiempo que vengo preguntándome por qué las autoridades del TMB nos odian tanto a los usuarios del metro que leemos mientras viajamos. Bueno, que leemos, que leemos... que tratamos de leer en los antaño simpáticos trenes subterráneos.
Resulta que esta pacífica práctica cada vez es más complicada, fundamentalmente por tres causas realmente destructivas:

1. Han llenado los andenes con televisores que no emiten más que anuncios y unas piezas cortas demasiado cutres para llamarlas programas (por no hablar de las "noticias", que si desinformar es un arte, alguien se está coronando como genio) que nos invaden la intimidad. Es cierto, cuando empezaron eran mudas, lo cual se agradecía, porque si no querías, pasabas del invento como de la mierda y ya está. Por desgracia, a los publicistas y ladrones en general que las pusieron no les debe de hacer gracia que alguna gente "pase", con lo que el siguiente paso fue que les pusieron un gran altavoz al lado para poder añadirles sonido y asegurarse la atención (incluso la involuntaria) de los que sufren allí esperando el tren. Imaginaos esto mismo tratando de leer.

ATENCIÓN APUNTE: Cuando digo leer me refiero a un libro o un periódico de mínima profundidad, no a hojear el hola, el Periódico o esas mierdas injustamente llamadas diarios gratuitos que al leerlas permanentemente agreden a la gramática e insultan la inteligencia. Para "leer" eso te puede estar tocando la Orquesta Sinfónica de Praga al lado, que da igual. Se han dado casos de personas en coma profundo que, pese a no tener ninguna respuesta externa, leen perfectamente el marca si se lo ponen delante, con lo perdidos que están. Y es que eso no es leer, eso es para monos.

2. La segunda causa son los hilos "musicales" de las estaciones, que se ponen en marcha sin motivo aparente, suenan versiones horribles de canciones estúpidas y, encima, cuando más relajado estás te gritan (porque eso no es decir, es gritar) "¡¡El carterista espera un descuido para actuar!!" ¡¡Coño, qué susto!! ¡¡Al carterista no sé, pero a mí me va a dar un ataque al corazón un día de estos!!

y 3. Por último, cuando al fin consigues entrar en uno de los trenes, sólo tiene que arrancar para que te des cuenta de que te ha tocado: sí, ahí está la maldita banda de pelmas con instrumentos amplificados (¿no podrían prohibir por lo menos los amplis?) que empieza al instante a asesinar (no hay otra palabra) canciones ya de por sí carrinclonas. Y lo peor: no se van en una estación, hay que soportarlos dos estaciones... ¡¡cualquiera lee en esas condiciones!! Y encima te piden propina. ¡¡Oiga, que me está agrediendo, que yo lo que quiero es leer, no escuchar Cielito Lindo!!



En fin, que la vida del pobre usuario del metro/lector es dura... eso, claro, cuando puedes leer, porque si coges un metro en las horas "sardineras"* es que bastante tendrás con empujar para colarte y luego mantener el equilibrio en el medio del vagón como un tentetieso.

¡¡No more ruido!! ¡¡Que alguien le corte el cable a los altavoces de las teles de los andenes!! ¡¡Que se confisquen los instrumentos de los pelmas que se cuelan en los metros a dar la paliza con sus instrumentos amplificados!!
PAU AL METRO, PAU AL METRO!!

*Lata de sardinas: 1. dícese de la cena ideal en todo piso de estudiantes: sólo hay que abrirla y está buena. ¡¡Y desde que se inventaron los conservantes, ya ni siquiera provoca botulismo!! 2. Estar como en una lata de sardinas Ver vagones del metro de BCN en hora punta.

No hay comentarios:

 
blog de literatura gris y temas que me llaman la atención - Ocultar texto citado -