El sábado estuve en Santa Coloma viendo la obra de teatro dirigida por Pepe Rubianes Lorca eran todos. Me gustó mucho, me pareció muy interesante la narración de cómo fueron los últimos días del poeta, basándose en atestados y en lo que posteriormente explicaron los implicados.
Pero aún sigo dándole vueltas a un tema: por qué ciertas personas de un partido democrático como el Partido Popular se opuso a permitir el estreno de esta obra en el Teatro Nacional. Y no ciertas personas cualesquiera, sino personas con el suficiente poder como para ordenar que se impida el estreno. Yo entiendo que haya gente que prefiera no remover el pasado, pero que yo recuerde, no se obliga a nadie a ir al teatro a punta de pistola. Por eso no me cabe en la cabeza tanta estupidez.
Es muy grave que un grupo de personas de un partido que se llama democrático puedan decidir qué se estrena o no se estrena en un teatro público (que, recuérdese, pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos), e imponga ese criterio aprovechando que el alcalde de la ciudad y la presidenta de la comunidad son del PP.
Si yo fuese demócrata y militante o simpatizante de ese partido estaría horrorizado de que unos cargos electos estén a merced de un lobby de ultraderecha seguramente minoritario, pero con un poder de decisión demostrado.
Por suerte contamos con mecanismos como la solidaridad de otros teatros y la del público, que es al final quien manda, pero una acción como esa demuestra lo que opina un sector poderoso del PP sobre la cultura: hay que explicar lo que hay que explicar, y de la manera que hay que explicarlo. Y si no, no se estrena, no se publica, no se emite...
Esta manera de actuar tiene nombre adecuado y terrible: censura.
lunes, enero 15, 2007
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