martes, febrero 20, 2007

Full de negros-chinos

"Chino, china, chinito, negro, negrito.
¡Full de negros-chinos!"
(de El Milagro de P. Tinto)

El otro día estaba en una cola de coches que pasaban lentos como nunca para incorporarse a una calle principal. Pensé en adelantar, dado que yo conduzco un ciclomotor que veloz no será, pero más ágil que un trozo de hierro de dos toneladas que arranca desde cero, pues bastante.
El semáforo llevaba tiempo verde, y los coches seguían pasando con cuentagotas, como si fuese un cuello de botella. Era consciente de que le quedaban veinte segundos máximo de tiempo antes de que la maldita luz se volviese roja, y descontando...

Miré a la izquierda: imposible, era una calle de doble sentido con un carril para cada uno, y venían varios coches.
Miré a la derecha, esperando que el carril bici estuviese libre (lo sé, es ilegal, pero más ilegal es tener que chuparse un semáforo de siete minutos)... y descubrí que había un coche de caballos circulando por él. Sí, un coche de caballos, esto es, dos caballos tirando de una calesa descubierta, con un conductor y dos guiris muy satisfechos de pagar por dar una vuelta en esa tontería.

Total, que veo que entre el coche de delante (un cutroen Saxo) y la calesa guiri de los huevos hay un espacio que se va estrechando peligrosamente, porque el coche avanza lento y los caballos poco a poco lo van cerrando.
Tomo una decisión: tengo tiempo si doy una buena acelerada, de colarme ante los caballos, tomar el carril bici y superar disparado el semáforo antes de que me deje bloqueado.

Acelero...
por supuesto logro mi primer checkpoint, me sitúo en el carril bici y ante mí aparece ¡¡un ecuatoriano que estaba cruzando por entre los coches!!
Por supuesto yo iba lanzado, pero le veo a tiempo para frenar... y de paso cagarme en su madre por arriesgar su vida, y la mía,de un modo tan absurdo: a ocho metros hay un paso de cebra, con el semáforo de peatones en rojo, por supuesto: ¡¡para eso está verde el nuestro, amigo infractor!!

Total, que doy un frenazo y descubro, embelesado, que ha pasado hace diez segundos un camión de limpieza del ayuntamiento. ¿Que cómo lo sé? Porque hay un pequeño río en medio del carril, justo encima del cual yo acabo de frenar...
La rueda de detrás de la moto se me pone a bailar samba de janeiro mientras insulto al pequeño centroamericano, que se sube a la acera como si la historia no fuera con él. Y entretanto, el semáforo en ámbar...

Un último acelerón, y supero el semáforo, mientras sigo soltándole lindezas al cruzador ilegal y al fantástico ayuntamiento de Carcelona que tiene camiones que cuando limpian, porque limpian y cuando no, sueltan agua para ver si gracias a las pistas de patinaje creadas consiguen incrementar el número de accidentes.

Total, que tras superar grandes adversidades y sortear varios peligros, amén de dialogar con personajes interesantes, llego a mi meta (la calle grande) y me salgo con la mía, al estilo del fantástico extraterrestre de El milagro de P. Tinto, que le gana la mano a su subordinado y amigo gracias a un Full de negros-chinos.

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