Muchas personas nos han llamado preguntando qué fue del inefable Señor Señora, que desapareció un diez de octubre en un camino fangoso del desierto de los Monegros. Hemos estado investigando, y aunque seguimos desconociendo su paradero actual, una buena amiga suya nos ha contado una fabulosa historia protagonizada por nuestro hombre. La hemos titulado así: La extraordinaria merienda cena del inefable Señor Señora.
Son las ocho de la noche. Una mesa de merendero en el mirador del Mediodía, cubierta de toda clase de viandas apetitosas, dulces y saladas. Sentados a la mesa, cuatro grandes: Ferdinand Dadá, artista total. Julieta Martínez, la Chica del Perrito. en la punta, la mítica Be Minúscula. Presidiendo la mesa, el mago de la ilusión, el marinero de las estrellas de cartón, el inefable Señor Señora. En sus manos, el destino de un mundo.
La primera en hablar fue la Chica del Perrito. Exigió que se protegiese a todos nuestros hermanos caninos, sin importar a quién hubiese que llevarse por delante. Todos estuvieron de acuerdo.
El segundo en hablar fue Ferdinand Dadá, pero lo hizo en francés medieval, y nadie entendió su propuesta. Hubo cierta discusión, pero al final se decidió dejarla de lado. Claro, Ferdinand se enfadó y dejó de participar.
El tercero en hablar fue el inefable Señor Señora: su palabra era ley, y decidió que a partir de entonces, los presidentes fuesen hombres travestidos capaces de bailar con tacones de aguja. Un aplauso espontáneo secundó la moción, y el Señor Señora sonrió y cantó "yo iba de peregrina y me cogiste de la mano".
La última fue Be Minúscula, que lanzó un gorgorito y huyó en su cochecito de golf.
El Señor Señora cerró la sesión, se quitó la ropa y se lanzó a una piscina vacía. Los demás se fueron al Palacio del Virrey.
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