domingo, diciembre 05, 2010

Sartenazos en el paraíso

- ¡¡Soy pequeña, pero exijo que se me trate como a una persona!! – Gritó Mei blandiendo una descomunal sartén ante los atónitos ojos de sus convecinos.

Era tarde, pero aún no se había puesto el sol en la pequeña población, y las buenas gentes de Villarejo se encontraban en los bancos junto a la entrada de las casas, gozando del fresco tras un día de calor típico de agosto.

Nada podía presagiar el terrible desencuentro que se desencadenó cuando la tía Lola (una de las mayores cotillas del lugar) murmuró en la Carnicería Silverio lo que mucha gente opinaba: la pequeña Mei no debería vivir sola en aquella casa tan grande, que podría sufrir daño y nadie lo sabría, y quién sabe, hasta quizás podría perderse en uno de los amplios salones. Hasta el propio Silverio, mientras separaba con destreza unas costillas de cordero, rió la ocurrencia.
El rumor se extendió por el pueblo, acompañado en ocasiones de desazón, pero las más, de carcajadas, hasta que llegó a oídos de Tilda, la mejor amiga de la pequeña Mei. Ésta se lo contó, desencadenando así el infierno.

Mei, furiosa, entró en su cocina, cogió la sartén más grande que encontró y empezó a pedir cuentas a los vecinos de Villarejo. Harta de incomprensión, no tardó en sustituír las palabras por sartenazos.
Tras unos días bastante intensos, las autoridades competentes (el alcalde, el cura y el guarda) decidieron internarla, al carecer de familia y ser peligrosa para la salud y la harmonía del lugar.

Las fuerzas del orden la arrinconaron junto al pilón, enfrente del ayuntamiento. Mei no cayó sin luchar, tres guardias civiles tuvieron que ser atendidos por contusiones, pero al final la redujeron y la enviaro a ingresar al pabellón psiquiátrico de Gran Ciudad.

Al cabo de unas semanas, por no dejar que se deteriorase, el alcalde y su familia se trasladaron al desocupado caserón, para vivir allí mientras Mei estaba fuera.

La armonía volvió a reinar en Villarejo, y todos fueron felices, menos, quizás, la joven Tilda, que se ahorcó por la culpa, y Mei, quizás un día consiga volver a su casa.

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