Estoy tranquilamente dormido en mi celda, soñando con cuchillas de afeitar y princesas barbudas y de pronto noto una agitación externa. Sin quererlo, me despierto y abro los ojos. Es Fray, dándome golpes en el hombro.
- ¿Qué quieres, Fray? ¡Déjame volver a mi mundo!
- Necesito ayuda.
- Mmm, vale. ¿Has intentado hablar con la psicoconsultora? Es una tía muy ocurrente...
- Ayuda de verdad.
- Vale.
Me levanto lentamente, y trato de que me corra la sangre. Al mirarme al espejo veo un muerto viviente blanco como la leche. Soy yo. Detrás, una cabeza desencajada, ansiosa. Es Fray.
- A ver, Fray, ¿Cuál es el problema?
- ...
- Dime.
- Es privado.
- Privado el problema, privada la solución. Yo me vuelvo a mi cama...
Fray se pone aún más frenético. Tiembla y se pellizca los bíceps a sí mismo sin cesar, dejándose grandes marcas. Mañana los tendrá morados. Me mira, furioso y perdido.
- Vale. Es amor.
Sonrío y me acerco a él, tomándole de los hombros.
- ¿Estás enamorado Fray? Bueno, eso no es el fin del mundo. O sí. ¿Y quién o qué es el objeto de ese amor?
- No lo sé.
- ¿Eh?
- Eh.
- Bueno, ese es un buen problema, Fray. Estar enamorado y no saber de quién... la vida es una hijoputada, pero de las gordas. Coño.
No suelo decir palabrotas (no me gustan los electroshocks) pero la situación lo merece. Mi amigo está perdido en el mundo de los sentidos, y no sabe hacia donde enfocar. Necesitamos un experto.
- Vamos al patio, a preguntarle a una experta.
Bajamos hasta el patio. Los guardias nos miran raro, como siempre. Es muy confortable estar en una institución donde las cosas no cambian, te hace sentir a salvo. Nos dirigimos a la piscina.
- La ahogada.
- Sí, venga, vamos a bajar la escalera.
En el fondo de la piscina vive la Ahogada, una mujer increíble, con poderes inenarrable. Su mente sabe cosas que ella ni siquiera recuerda. Y además, siempre está en bikini. Vale la pena intentarlo. Como de costumbre, la Ahogada está tendida sobre una toalla en el fondo de la piscina vacía, junto al charco verde de los restos de agua, que se acumulan en la parte más honda. Lleva gafas de sol y finge escuchar música con unos cascos que no están conectados, al menos, no a este mundo.
- Hola, Ahogada. Aquí Fray y yo tenemos un problema. ¿Es buen momento para una consulta?
La mujer levanta la cabeza y nos mira por la rendija de sus enormes pechos.
- Es amor, claro, casi siempre es amor. A ver ¿Qué os pasa?
Fray y yo nos miramos.
- Aquí mi amigo Fray, que está enamorado, pero no sabe de quién o de qué. Y está como perdido.
- Muy perdido - remacha Fray.
- Ya veo. Voy a consultar a mis gatos. ¡Bochevique, Menchevique, venid!
Por el borde de la piscina se asoma un gato blanco. Salta con agilidad, se acerca y empieza a frotarse contra las piernas de la Ahogada, ronroneante.
- Siempre falta el maldito enano rojo. Es más díscolo que... ¡A ver, Bolchevique, o vienes ya o más vale que caces algo, porque el atún se lo voy a dar a éste!
Se oye un grito ahogado. Me giro y veo que sobre la cabeza de Fray hay un bulto rojo, como una pelusa enorme. La pelusa me mira y se convierte en un conjunto de bufidos, dientes y garras.
- ¡Bolchevique, baja de ahí de una vez, que molestas a los clientes!
El gato rojo salta y se sitúa junto a su ama.
- A ver, organización. Hay amor en este chico, muchachos, pero ¿a quién apunta? Vosotros, que habitais varios mundos a la vez tendreis alguna dirección que darle.
La Ahogada se agacha poniendo la cabeza a altura gatuna. Bolchevique se acerca a su oreja derecha, Menchevique a la izquierda. Parecen conversar.
- Vale. Está claro. - señala a Fray - tío, mira que eres previsible. Es la psicoconsultora. Y tú, dice señalándome, estás enamorado de mí. Qué cosas.
Fray y yo nos ponemos rojos como tomates. Hemos sido descubiertos por gatos de colores, qué vida ésta. Pago a la Ahogada con dos juguetes de cuerda antiguos: un payaso de goma amarillenta y un mono con platillos. Fray y nos vamos hacia la escalera. Me giro, pensando en intentar algo. Ella vuelve a estar tendida en su toalla, ahora boca abajo, lo que aún resulta más turbador si cabe. Me mira por encima de sus gafas de sol.
- Lo siento, moreno, el amor de tu amigo no es correspondido. Estas cosas pasan.
Nos vamos. De regreso a mi celda noto como que me he perdido algo. Luego me centro en un plato de natillas y me olvido del tema.
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1 comentario:
Me encantoo! espero que sigas escribiendo así!!
Yo también escribo! Te invito a conocer mi blog!
http://jrujrublog.blogspot.com
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