Una valla en la noche, separando un jardín de un bosque oscuro. Y sobre la valla, una cabecita peluda. Con bigotes y dos garras que se aferran, y ágil, sube a la valla el gato.
Tiene tres colores, así que no es gato, sino gata. Y junto a ella se aposenta un siamés panzón.
Y ahora sube un tigre rayado, y una pantera negra, y un blanco con la cabeza y las patas pintadas de negro.
Y todos tienen hambre, así que empiezan a quejarse. Con armonía: los graves con los graves, las gatas con las gatas. Maúllan su melodía durante un buen rato, pero parece que a ningún humano le importa...
De pronto, se oye un estrépito metálico: el gato panzón ha saltado sobre un cubo de basura que había en el jardín, ha apartado la tapa y la ha dejado caer al suelo, para meterse dentro buscando posibles presas.
El resto del grupo se asusta, y dando ágiles saltos desaparecen, dispersándose en la noche. Sin embargo, poco a poco van volviendo, se van reuniendo alrededor del cubo, para ver si el siamés está teniendo suerte, o si simplemente se ha quedado atrapado dentro.
martes, marzo 22, 2011
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1 comentario:
Muy bueno. Y yo también he escuchado fragmentos de la misma opera, como que la entrada de mi casa se convirtió en el lugar favorito para los forcejeos gatunos, tanto que me quedé indeciso sobre si empezar a cobrarles la entrada o permitirles el concierto a cambio del secreto del éxito para conquistar a las gatas...
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